Nueva novela
El "detestable y fascinante" Napoleón y los nuevos monstruos de Sánchez Piñol
El autor de 'Victus' y 'La pell freda' reúne en su nueva fantasía a Chateaubriand y a su amante, la marquesa de Custine, con un Bonaparte ya preso y derrotado en la isla de Santa Elena
Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
Vuelve a revelarse como un inventor de monstruos e inquietantes seres un Albert Sánchez Piñol (Barcelona, 1965) que ya hace 22 años se atrevía con temibles dictadores africanos en su ensayo ‘Payasos y monstruos’ y con inquietantes criaturas fantásticas en ‘La pell freda’ y ‘Fungus’. El escritor y antropólogo, autor del superventas histórico ‘Victus’, regresa a la ficción con ‘El monstre de Santa Helena’ (La Campana; en traducción al castellano en Alfaguara), donde parte de una pregunta inicial: "¿Qué pasaría si reuniéramos en una misma habitación la Cultura, el Amor y el Poder?". Figuras representadas, respectivamente, por tres arquetipos encarnados en personajes históricos, François-René de Chateaubriand -"autor de referencia y exponente de la cultura francesa"-, su amante y marquesa de Custine, Delphine Sabran -"una gran mecenas y aristócrata cultísima e inteligente"-, y un Napoleón derrotado -"un ser detestable y fascinante, un genio militar cuya ambición arrasó Europa y la llenó de tumbas de Lisboa a Moscú a cambio de cargarse los ideales de la Revolución Francesa"-.
Tras conquistar un imperio de 2.500.000 quilómetros cuadrados Bonaparte se ve encerrado en los 121 de la isla de Santa Helena, infestada de ratas y vigilado por la armada británica. Pero aquí el monstruo, el mal, no es solo Napoleón. Sánchez Piñol hace entrar en escena al descomunal Bigcripi y a sus hijos, los minicripis, "más terribles que Moby Dick o que el tiburón de Spielberg". "En nuestra sociedad aparecen continuamente Bigcripis, como la guerra ahora, que alteran las relaciones existentes y que los gobiernos aprovechan para hacer cosas que, sin ellos, no harían. Como ha pasado con la pandemia también", explica para lamentar el caso de Putin, "un tirano que ha logrado lo que no pudo Napoleón, conquistar Rusia", pero también el de Zelenski, el presidente de Ucrania, que ha aprovechado la guerra para "prohibir once partidos políticos".
El gran dilema es elegir entre la tiranía o la vida, si debemos sacrificar la libertad por la seguridad
"El monstruo es la contrarrevolución, porque, ¿cuántas veces un hecho disruptivo provoca que las fuerzas más reactivas tomen el poder?", añade el autor de ‘Pandora al Congo’, para quien "sin querer dar lecciones morales", el gran dilema es elegir "entre la tiranía o la vida, si debemos sacrificar la libertad por la seguridad". Ante ello, no tiene respuesta sobre qué papel tiene la cultura. "No tiene poderes religiosos. También los que diseñaron Auschwitz habían leído muchos libros".
En la sociedad aparecen continuamente monstruos que los gobiernos aprovechan para hacer cosas que sin ellos no harían
El lector sigue la trama a través del diario que escribe la marquesa de Custine, "es la belleza y la sensibilidad, el personaje más lúcido y una figura histórica interesantísima. Tuvo muchos amantes y fue eclipsada por sus compañías masculinas". Como prueba de amor, ella reta a su amante a viajar juntos a la isla para medirse "con el corso encarcelado". Una vez allí, cuando surge la amenaza del monstruo, "Napoleón exige volver a mandar a cambio de derrotarlo".
Atmósfera de terror
"Napoleón es el mal y la humanidad, en vez de matarlo, lo encierra. Es un personaje muerto pero que todo el mundo ve vivo, como Hitler, que si está en Buenos Aires… o como Elvis Presley. Nunca podrán morir porque los arquetipos no mueren. Y yo he cogido -concluye- al arquetipo del poder en eclosión máxima, al que hubo que reducir y encerrar para que no siguiera haciendo daño".
En la isla está recluido en Longwood, "una mansión victoriana infestada de ratas que da un aire gótico a la novela y donde todos acabaron locos, muertos en vida encerrados en una corte en miniatura, como fantasmas rodeando al gran Satán, peleándose hasta por quién entraba primero al comedor, en una atmósfera de terror", a la que poca ficción, confiesa, ha tenido que añadir.
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